lunes, 26 de mayo de 2008

Una pequeña plegaria

Puedo imaginarte ahí sentada, sola con tu vestido de color lavanda, el pelo recogido y sin probar la torta, seguramente tamborileando con tus uñas sobre el mantel blanco de lino, como sueles hacer cuando te sientes realmente hundida. Puede que incluso estés mirándote las uñas y pensando: “Dios, tendría que haber parado toda esta malva de complot para hacerme la manicura”. Pero ya es tarde.

De pronto oyes una canción familiar y te levantas de la silla con un movimiento exquisito, preguntándote, buscando, husmeando el aire como un ciervo moteado.
¿Acaso Dios ha escuchado tu pequeña plegaria? ¿Volverá a brillar Cenicienta?

Y entonces, de repente, la multitud se aparta y ahí está él, elegante, con estilo, radiante de carisma, curiosamente él está al teléfono, pero en fin, tu también. Y él va hacia ti, con los andares de un gato salvaje y aunque tú acertadamente sientes que es gay, como la mayoría de los solteros arrolladoramente guapos de su edad, piensas:

“Qué demonios, la vida sigue, quizás no habrá matrimonio, quizás no habrá sexo, pero por Dios, seguro que habrá baile”

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El texto pertenece a la secuencia final de la película “La Boda de mi mejor amigo”, que se estrenó en 1997 y muy pronto, se convirtió en una de las cintas preferidas de casi todas las mujeres. En mi caso, por ejemplo, la fui a ver al cine, la he alquilado más de una vez y cada vez que la descubro haciendo zapping, la miro y vuelvo a llorar (y por qué no a cantar el tema de Diana King, “I say a little player for you”)… Sí, puede ser que tenga problemas pero la pienso seguir mirando, siempre descubro algo nuevo.

Hoy, once años después, buscando en la soledad de mi noche alguna película que me acompañe y me extraiga de la realidad dominguera, recordé títulos que querría volver a ver y ésta sin dudas, es una de ellas.

De ella sacó dos reflexiones: Qué patéticos somos cuando nos enamoramos y qué importante es aprender a ver el vaso medio lleno, para que no sea necesario tocar fondo para volver a soñar.

Ahora mientras espero que baje la peli y por supuesto, la banda de sonido, luego de reflexionar y repasar mis últimos días, estoy en condiciones de garantizar que sí, que la vida continúa sin el príncipe y que Cenicienta volverá a brillar. La plegaria, aunque no soy muy creyente, por si acaso la voy armando para darle una manito al destino…

viernes, 23 de mayo de 2008

Sólo música para mis oídos

Este es un tema hermoso de Serú, un clásico que no pasa de moda y que siempre es bueno tenerlo a mano para un día gris, triste, colmado de recuerdos y de desilusión como el de hoy.

Espero que lo disfruten, no hacen falta más palabras…

Nos veremos otra vez

Aunque te abraces a la luna
aunque te acuestes con el sol.
No hay más estrellas que las que dejes brillar
tendrá el cielo tu color

No estés solo en esta lluvia
no te entregues por favor

Si debes ser fuerte en estos tiempos
para resistir la decepción y quedar abierto, mente y alma,
yo estoy con vos.

Si te hace falta quien te trate con amor
si no tenés a quien brindar tu corazón
si todo vuelve cuando más lo precisas
nos veremos otra vez.

No estés sola en esta lluvia
no te entregues por favor.

Si debes ser fuerte en estos tiempos
para resistir la decepción y quedar abierta, mente y alma,
yo estoy con vos.

Si te hace falta quien te trate con amor
si no tenés a quien brindar tu corazón
si todo vuelve cuando más lo precisas
nos veremos otra vez.


miércoles, 21 de mayo de 2008

La grata recompensa de la espera

Ella sólo lloraba. De día y de noche, no importaban horarios ni fechas porque su angustia podía más que todo eso junto. Estaba triste y sabía perfectamente el motivo de tanto dolor, tenía en claro cuál era su carencia pero también entendía que no era fácil cambiar las cosas.

Nada, ni una palabra de aliento, ni los consejos de sus amigos ni los más dulces elogios masculinos podían devolverle la sonrisa. Un buen día decidió que nada la distraería de su búsqueda y sentenció que hasta que las cosas no fueran como ella las soñaba se alejaba de los besos y el sexo sin amor. Ya no pondría nada en juego, ni expectativas ni ilusiones, ya no se conformaría con menos que eso que tanto buscaba.

Así transcurrieron los meses, la terapia ayudó pero su determinación contribuyó más aún. Era otra, se sentía radiante y todos a su paso se lo confirmaban. Su seguridad fue en aumento, su malestar desapareció y ya no lloró más, por nada ni por nadie. Ya no tenía espinas clavadas en el corazón, como solía decir homenajeando a Calamaro mientras focalizaba en su objetivo.

Un buen día, en la circunstancia que menos lo esperaba, ocurrió el "milagro". Nunca creyó que era momento ni mucho menos que era el lugar, pero el destino tenía preparado para ella al hombre con el que siempre había soñado. Y ya nada fue igual.

Se sabe, el amor a una determinada edad no sabe de tiempos ideales, de espera ni de nada por el estilo. Así que ahora ella sólo disfruta porque confío y la vida le dio revancha. Festeja por este momento que el destino le está regalando. Sonríe por volver a amar con la misma (o quizás mayor) intensidad que en las viejas épocas; por permitirse proyectar sin contar los días desde aquel viernes de verano en que se conocieron en el lugar más insólito del mundo.

Allá va feliz, con una sonrisa gigante, con luz en la mirada y sin importarle el que dirán. Después de todo, la protagonista de esta historia de amor con la que fantaseó durante años, esta vez es ella misma.

(Dedicado a mi hermana de la vida… Brindo porque esta vez te haya tocado a vos y espero que me den pronto la felicidad de conocer a Emma, mi tan esperada sobrina)

lunes, 19 de mayo de 2008

Cuarteles de invierno

Cuando era chica y saltaba de noviecito en noviecito con la mayor facilidad del mundo, estaba convencidísima que no había momento más propicio para cortar una relación que a fines de diciembre. Sí, era bastante salvaje y desconsiderada si se tiene en cuenta que a esa pobre persona que compartía la vida conmigo le rompía el corazón justo para las fiestas, pero en esa época la verdad que esas reuniones familiares me importaba tanto o menos que ahora.

Lo que me quitaba el sueño por esos tiempos eran las vacaciones de verano, mi momento preferido del año y no quería perderme nada, ni una sola hora de mi vida con asuntos de novios. Por lo tanto, con el mayor tacto posible (que ahora calculo que era nulo), me acercaba al chico en cuestión y le decía la odiosa frase: “Disculpame, no sos vos, soy yo que no estoy lista para estar de novia. Vas a ser muuuy feliz con otra persona”. Y así no más, sin ningún tipo de remordimiento, seguía adelante con mi vida, planeaba quién sería mi “chico” de verano, qué me pondría el sábado para ir a bailar y qué cosas haría con mis amigas en mis esperadas vacaciones en San Bernardo.

Pero un día todo eso cambió. Me lo quisieron advertir, pero no llegué a escucharlo, o seguro que no quise hacerlo. “Un día te va a volver, la vida te va a castigar. Vas a sufrir lo que estoy sufriendo por tu culpa….” y vaya que sí sucedió. Pero ese es otro capítulo.

A lo que me refiero con esta larga introducción, es que parece que la nueva moda es separarse en invierno, o por esta fecha, en sus vísperas. Un tendal de gente conocida (me estoy enterando con el correr de los días) decide ponerle punto final a sus historias de amor, así como si nada. Sin ponerse a analizar lo que están haciendo, lo que van a sufrir encerrados con el frío en total soledad, sin una mano cariñosa que les haga un mimo o un abrazo amable que se digne a cobijarlos a la hora de dormir. Sin sus amigos disponibles a hacerles compañía, debido a las exigencias que el estudio, el trabajo o sus propias relaciones les demandan.

Para mi es una locura, un despropósito dejar a alguien en invierno, un acto de mala fe. Me niego a creer que hay gente capaz de romperle el corazón a otra de esa manera, a obligarlo a padecer un invierno oscuro y aburrido solo. Y si se enferma, ¿quién lo cuida?; y si un domingo no quiere quedarse encerrado todo el día leyendo, ¿con quién sale a pasear? Entre el fútbol y la gente en pareja, no queda nadie libre en la ciudad.

Una maldad de este estilo debe ser pagada con una indemnización a la pobre víctima, para que tenga por lo menos dinero en el bolsillo para salir a entretenerse, o en el caso de ser mujer la damnificada, que tenga la posibilidad de resguardarse de la lluvia y el aburrimiento en un shopping.

Al final tan mala no fui, les pido perdón a aquellos que hice sufrir durante mi adolescencia, sobre todo a uno con el que creo me ensañé (y sin merecerlo, menos que nadie). Pero hoy a la distancia y analizando las nuevas tendencias, deduzco que les hice un favor. No fui tan cruel, tan desconsiderada y mezquina de dejarlos solos en invierno. Los dejé en verano y con armas en la mano para divertirse y olvidarse de la perra que los abandonó sin previo aviso.


Se los tendré que comentar así tengo un problema menos en esta mochila cargada de culpas...