La Capitana lo hizo!

Amigos, lo logré.

Hace ocho años que intento retomar actividades físicas (ay, que horror, acabo de sacar la cuenta por primera vez) y nunca lo había logrado. Sólo tuve un par de coqueteos con el gimnasio por año pero quedaron sólo en un affaire de pocos días. Eran algo así como esos tipos que de antemano sabés que no te van a durar, que sólo serán dos o tres noches de pasión y luego el olvido absoluto pero así y todo nos mentimos, creemos que puede ser EL gran amor de nuestras vidas y que estará con nosotras para siempre. Esa es mi relación con el deporte (léase cualquier actividad que requiera voluntad, sacrificio, entrega y ejercicios). Una mentira de pocos días.

Creo que una de las cosas que más odio en la vida es hacer abdominales y todo tiene un porqué: la falta de costumbre. Hasta los 22/23 años tuve la panza chata con los raviolcitos marcados sin moverme demasiado y comiendo lo que quería, una privilegiada. Si algún kilito de más me molestaba, hacía ayuno un día entero y adiós complejo. Hasta que un día me desperté mágicamente con un flotador que ya nunca se fue por más ayuno y dieta que emprendí. Hace cinco años está cómodamente instalado, no sé quién lo invitó a quedarse pero ganó terreno y me recuerda a diario su existencia. Por supuesto, mi parte trasera acompañó el duelo y ya no es lo que era, entró en depresión. Durante toda la secundaria mi cola fue motivo de elogios, gracias a ella mi nombre estaba en el top five del colegio, marcado a fuego con un fibrón en una lista impovisada en el baño. Pero no soportó la soledad y tras el abandono de la panza chata, se tiró a menos, se dejó estar... Una pena, nada fue igual!

Tampoco crean que soy un bagarto, mi simpatía siempre me salvó de la soledad y por suerte nunca me faltaron candidatos, pero ahora que estoy soltera otra vez y que mi vida sedentaria no me deja mucho margen para el movimiento, decidí hacer algo por embellecer mi envase. Tengo que recuperar parte de lo que perdí así que me propuse hacer una tregua con el ejercicio. Tomé coraje, fui hasta el gimnasio más recomendado del barrio y averigüé los horarios de las clases de baile. Me quedé con reggaeton, una disciplina que me llamaba la atención hace mucho pero no me decidía al papelón. Hoy fue mi primera clase, por suerte fui acompañada por una de mis amigas y la verdad que lo pasé bien. Me llenó de energías, salté un montón, me entretuve cantando el estribillo de cada canción (que las sé porque mi hermanito las escucha tooodo el día), intenté sacar los pasos que nos marcaba el profesor y sobre todo me reí mucho de Gabi C. porque es de madera!! (Sí, te miré de reojo por el espejo toda la hora, horrible Jajajja!)

Por ahora pienso volver. Apenas salí de esta primera clase de prueba, pagué el mes completo para no fallarme. Estoy entusiasmada, vamos a ver cuánto me dura....