Los secretos del Muchacho y la Capitana (I)

Hace unos años me recomendaron una página donde anónimos exponían sus secretos mejor guardados, aquellos que son prohibidos o tan vergonzosos que no da para contárselos a nadie. Ahí se puede encontrar desde revelaciones serias de personas que admiten ser infieles, sufrir de bulimia y anorexia, haber padecido abusos de niños hasta las estupideces más divertidas. En esto último justamente quiero hacer hincapié.

Hace un rato y googleando al Teto Medina (no enloquecí, le tengo que hacer una entrevista) me di de frente con los secretos una vez más. Y como hace un par de años, me volví a divertir leyéndolos, algo que me hacia falta. Como me reía tanto y muchacho me miraba con cara de preocupación, le leí un par y me terminó confesando algunos hábitos suyos extraños que me dieron paz, no soy la única rara de la pareja.

A lo concreto... muchacho afirma que mientras espera el colectivo cuenta la cantidad de marcas de auto que pasan durante su espera y las hace competir para ver qué empresa tiene más autos en circulación. Pero eso no es todo, va relatando la contienda: "ahí pasa un Ford, dos Renault, la cosa viene muy peleada, acá se suma Fiat, otro Ford, quiere ganar, quiere ganar, y otro Foooord que se adueña de ésta victoria, ganó Ford que se sube al podio y levanta en alto la copa...." Mmm, aclaro que es periodista deportivo, suelen ser gente peligrosa. Yo sólo espero que no lo escuche nadie conocido, a partir de ahora cuando me digan: "me crucé con tu novio mientras esperaba el colectivo" voy a empezar a temblar.

Otra del mismo estilo. Dice que mientras viaja, usa el boleto de entretenimiento. Por ejemplo, lo parte en dos mitades pero no llega a romperlo, ésa tarea se la deja al movimiento del vehículo y mientras toma de los dos extremos apuesta (para dentro suyo quiero pensar) qué lado se partirá primero (imagino que algo así como cuando uno toma el huesito del pollo para pedir un deseo). Una opción repugnante pero más común de ver: hace un rollo con el boleto y se saca la cera de las orejas compitiendo de qué lado sacará más. Vergonzoso, no es mi novio.

Ojo, yo también tengo mis secretos bochornosos y voy a contar dos secretísimos pero que es hora que se sepan. Le tengo fobia a las cucarachas, eso no es novedad y puedo pegar los gritos más insoportables de la historia cuando veo una o no dormir en toda la noche si quedó en la habitación fuera de mi vista y nadie la mató. Un día salí corriendo de la ducha desnuda porque una nadaba en la bañadera y mis hermanos me vieron correr así por el comedor, pero esto no es lo peor. Tengo un pensamiento muy particular sobre ellas y su vida en comunidad. Estoy convencidísima que si mato una cucaracha toda su familia vendrá a retirar su cuerpo para ser velado al grito de mi hiiiiiiiiijo y querrá hacer justicia por mano propia. ¿De qué se trata esto? Caminarán por mi cama; me esperarán agazapadas dentro de una zapatilla; volarán a mi alrededor hasta volverme loca e incluso, se las ingeniarán para hacerme sufrir pesadillas. No sé cómo lo hacen ni qué poderes tienen, pero juro que lo logran verano tras verano.

Pero el peor de mis secretos, ése que no le dije a nadie se remonta a 1992 y a mis dulces doce años. Plena etapa escolar, planeando el viaje de egresados, me acababa de cambiar de turno para ir con mis amigos del club y me pasa lo peor que le puede pasar a un chico: la maestra me puso en penitencia por hablar en clase, no me dejaba ir al baño, no soporté más las ganas y me hice caca encima. Un espanto y un viaje de ida al infierno si lo comentaba en voz alta, así que después de seguir ahí sentadita estoica en una silla por un rato salí corriendo al baño, saqué mis dotes de actriz y me hice la desmayada. Un número genial que pudo con la culpa de la maestra y me devolvió a mi hogar con la firme promesa de no contarle a nadie lo sucedido. Mis amigos todavía no lo saben y es el día de hoy que no me animo a decirlo porque sé que los muy tarados me van a cargar 17 años después y me va a dar vergüenza como sino hubiera pasado el tiempo.


Ésta es la primera entrega de secretos, vendrán más pero ahora les toca a ustedes...
¿Qué recuerdo o hábito los avergüenza tanto como para no confesarlo?