Una vez me dijeron que en el amor, la clave es negociar. Que lo importante es llegar a un acuerdo y ceder en algunas cuestiones, para conseguir la felicidad y obtener algunos beneficios. Nunca me gustó verlo como una fórmula matemática, como algo tan racional, pero hoy debo decir que algo de eso hay. Sino, no se explica cómo aún no nos matamos.
El 31 de julio de 2010, luego de luchar meses con albañiles y con plazos que se modificaban todas las semanas, por fin estacionamos el camión de la mudanza en la puerta de nuestra casa. Hacía ya mucho tiempo que mi mochila viajera había dejado de recorrer las 30 calles que dividían ambos hogares, pero esto era distinto: tenía olor a desafío. Ya no valían los refugios ante cualquier pelea, los problemas habría que afrontarlos en casa.
Ése día se llenó la casa de amigos y familia; se comieron sandwichs en una cocina vacía, parados, cada uno desde el puesto que le había sido asignado. Se vivieron momentos de caos, como en toda mudanza, pero pese al cansancio la sonrisa era el denominador común. Estábamos contentos, nosotros y ellos, había triunfado el amor. Nadie le daba crédito a la relación durante los primeros meses pero acá estábamos para demostrar que sí se puede atravesar huracanes y tormentas cuando hay amor.
Hace un año escribía esto. Con alegría, puedo decir que nos seguimos eligiendo y que en esta casa, la mayoría de las veces, sobran las sonrisas. No es un amor utópico, no existe el "hasta que la muerte nos separe", pero es un amor real de esos que se sienten en el corazón. Y eso vale más que cualquier firma o cálculo matemático.
Por eso hoy, pese a los pronósticos, renovamos el contrato de nuestra casa y nuestra relación. Muchacho, feliz aniversario, seguimos sumando...
domingo, 31 de julio de 2011
jueves, 7 de julio de 2011
"No me saludes, gracias"
No soy muy amiga de los festejos impuestos, detesto el día de la madre, el del padre, el de los enamorados y todos los afines que se ubican en el calendario. No sé quién inventó el día del tío, el cuñado, el primo, la bisabuela, la vecina, el padrino, pero ahí están, acechando a la espera de un saludo que de mi parte, nunca llegará. Porque sencillamente, los odio.
La gran incógnita es quién los impuso, qué estaría pensando en ese momento y qué quería lograr con todo esto. ¿Un aplauso? Acaso, ¿una mala madre es buena madre y merece un regalo sólo porque es su día? Horrible. Pero la fecha que más urticaria me da de todo el año se acerca y sobre eso quiero hablar: el día del amigo.
El 20 de julio, los argentinos se despiertan con un chip distinto. Van sonrientes por la vida, saludan con un beso al portero y le dicen "buen día" al colectivero por primera vez en el año. Como si se tratase de una carrera imaginaria, repasan mentalmente la cantidad de "feliz día" que recibieron el año anterior y la meta, claramente, es superar la marca. Si el último julio recibieron 5 saludos, ahora desean recibir al menos 10.
Con esa premisa bajo la manga, hacen chistes, te ofrecen café en la oficina, te abren la puerta y te dan el asiento en el subte. ¿Sabés qué día es hoy, no?; Sí, miércoles. Entonces te ponen un calendario gigante arriba del escritorio con el 20 remarcado con fibra negra o te inundan el muro de Facebook con saludos cargosos, a ver si te "avivás" y les decís feliz día. Los odio, no te hablé en todo el año, no te voy a decir feliz día ni hoy ni nunca.
Este contexto se repite en todos lados. Antes sonaba el teléfono incesantemente, con personas que esperaban al menos escuchar un "igualmente". Ahora, el plomazo es Facebook. Gente desconocida te dice: "Amigaaaaaaaaaaaaa, feliz día" y vos te preguntás en qué momento te sentaste a charlar con esa persona, cuántas cosas importantes compartiste, como para que te grite amiga con tanto entusiasmo.
A la hora de las reuniones, arranca otro capítulo. Mensajes de texto desencotrados, chat, llamadas, recordatorios, restaurantes colapsados, nadie se pone de acuerdo sobre dónde comer y a qué hora juntarse. "Paso a saludar a Pilu, después a Monti y más tarde ceno con ustedes, ¿me esperan?"... Y la verdad que no, no quiero esperarte hasta las 23 para poder sentarme a comer un día de semana.
¿Por qué hay que ver a todos los amigos que tenemos el 20 de julio sí o sí, sino nos convertimos en malos amigos? Si cuando se peleó con el novio y me llamó llorando, yo estaba ahí para consolarla. ¿No era eso lo realmente importante, más que esta cena de mierda? Parece que no, tenía que estar presente sí o sí el 20 para el brindis (?), sino todo lo que se hizo los otros 364 días del año, fue en vano. Aunque el 21 ya se junten a despedazarte porque engordaste tres kilos, el 20 hay que estar con buena onda, bien arriba para festejar (?).
Este año planeo tan sólo agradecer cuando me digan feliz día personas que no considero mis amigas. No finjo más. Me siento una prostituta emocional mintiendo, impostando una sonrisa y un "Igualmente" creíble frente al espejo que seguro después no me sale en vivo. Este año, calculo que no me voy a juntar con nadie, me voy a quedar en mi casa y voy a mirar la novela como todas las noches. Y me voy a ir a dormir temprano, soñando con un mundo donde no existan ni el día del amigo ni el feliz día ni los igualmente. Ojalá sea posible.
La gran incógnita es quién los impuso, qué estaría pensando en ese momento y qué quería lograr con todo esto. ¿Un aplauso? Acaso, ¿una mala madre es buena madre y merece un regalo sólo porque es su día? Horrible. Pero la fecha que más urticaria me da de todo el año se acerca y sobre eso quiero hablar: el día del amigo.
El 20 de julio, los argentinos se despiertan con un chip distinto. Van sonrientes por la vida, saludan con un beso al portero y le dicen "buen día" al colectivero por primera vez en el año. Como si se tratase de una carrera imaginaria, repasan mentalmente la cantidad de "feliz día" que recibieron el año anterior y la meta, claramente, es superar la marca. Si el último julio recibieron 5 saludos, ahora desean recibir al menos 10.
Con esa premisa bajo la manga, hacen chistes, te ofrecen café en la oficina, te abren la puerta y te dan el asiento en el subte. ¿Sabés qué día es hoy, no?; Sí, miércoles. Entonces te ponen un calendario gigante arriba del escritorio con el 20 remarcado con fibra negra o te inundan el muro de Facebook con saludos cargosos, a ver si te "avivás" y les decís feliz día. Los odio, no te hablé en todo el año, no te voy a decir feliz día ni hoy ni nunca.
Este contexto se repite en todos lados. Antes sonaba el teléfono incesantemente, con personas que esperaban al menos escuchar un "igualmente". Ahora, el plomazo es Facebook. Gente desconocida te dice: "Amigaaaaaaaaaaaaa, feliz día" y vos te preguntás en qué momento te sentaste a charlar con esa persona, cuántas cosas importantes compartiste, como para que te grite amiga con tanto entusiasmo.
A la hora de las reuniones, arranca otro capítulo. Mensajes de texto desencotrados, chat, llamadas, recordatorios, restaurantes colapsados, nadie se pone de acuerdo sobre dónde comer y a qué hora juntarse. "Paso a saludar a Pilu, después a Monti y más tarde ceno con ustedes, ¿me esperan?"... Y la verdad que no, no quiero esperarte hasta las 23 para poder sentarme a comer un día de semana.
¿Por qué hay que ver a todos los amigos que tenemos el 20 de julio sí o sí, sino nos convertimos en malos amigos? Si cuando se peleó con el novio y me llamó llorando, yo estaba ahí para consolarla. ¿No era eso lo realmente importante, más que esta cena de mierda? Parece que no, tenía que estar presente sí o sí el 20 para el brindis (?), sino todo lo que se hizo los otros 364 días del año, fue en vano. Aunque el 21 ya se junten a despedazarte porque engordaste tres kilos, el 20 hay que estar con buena onda, bien arriba para festejar (?).
Este año planeo tan sólo agradecer cuando me digan feliz día personas que no considero mis amigas. No finjo más. Me siento una prostituta emocional mintiendo, impostando una sonrisa y un "Igualmente" creíble frente al espejo que seguro después no me sale en vivo. Este año, calculo que no me voy a juntar con nadie, me voy a quedar en mi casa y voy a mirar la novela como todas las noches. Y me voy a ir a dormir temprano, soñando con un mundo donde no existan ni el día del amigo ni el feliz día ni los igualmente. Ojalá sea posible.
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