Lunes 28 de mayo de 2012
- 14:00 horas
Hace exactamente un año, a esta hora, estaba sentada en la misma oficina que estoy sentada ahora. Me sentía pésimo, me dolía el estómago, me quedaba dormida sobre el teclado y hasta le dije a Cynthia, mi compañera: "Ya fue, me duermo, si me quieren echar que lo hagan. No puedo mantenerme despierta". Recuerdo que llamé a mi mamá y le pedí que me acompañara al médico cuando volviera de trabajar. Lo que pasó horas después, cambiaría mi vida para siempre, pero aún no tenía idea de que eso podía llegar a sucederme.
- 19:00 horas
Apenas llegué de trabajar, luego de dormirme en todo el viaje de vuelta a casa, mi madre me esperaba en su auto para llevarme a la clínica. Guardia, orden para estudios de laboratorio, pinchazo, preguntas de rigor:
Doctor:
¿Tenés un atraso?
Capitana:
No
Doctor:
¿Podés llegar a estar embarazada?
Capitana:
No, imposible. Bah, creo. No sé.
A esperar el resultado de los estudios...
21: 30 horas
La espera es in-so-por-ta-ble. ¿Cómo un estudio de rutina, veloz, cuyos resultados están en una hora se demoran dos? Los peores escenarios pasan por mi cabeza: ya fue, tengo una enfermedad terminal y están evaluando cómo me la van a informar. Ya veo que me hacen pasar a una oficina blanca, limpia, con sillones amplios y café recién hecho. Un médico, con toda la delicadeza que su profesión le permite, me da la noticia despacio, con calma. Nooo, no quiero pensar más, a buscar el único hueco con señal de la clínica y a chatear con quien esté disponible a esa hora. Vuelve mi madre, que se había ido por unos minutos. Llega Muchacho de trabajar, que no me quiso esperar en casa y se vino directo a la clínica, suponiendo algo que yo claramente no suponía.
21:45 horas
Gritan mi apellido y corro a buscar mis estudios. Los empiezo a mirar, nada me gusta más que inspeccionar si los valores dan dentro de los márgenes previstos para mi categoría. Hasta me aburro si dan exactos, una locura lo sé, pero me pasa eso. Golpeo la puerta del médico que me atendió. Ahora hay una doctora en su lugar, cambió la guardia. Mientras aguardaba que me atendiera, seguía mirando los estudios, en ambas páginas había aparecido una tercera columna extra. Nunca la había visto en mi vida. Mi madre sonreía nerviosa; mi novio se moría de risa: ¡estás embarazada, olvidate! ¿De qué se ríen? ¿Para qué vinieron? Mi negación seguía intacta.
21:50 horas
La doctora por fin nos recibe. Hace entrar a todos pese a mi negativa. Mira los estudios y pregunta: ¿por qué viniste?... Porque no me siento bien. Automáticamente, se da la siguiente conversación entre todos los presentes:
Doctora:
Te sentís mal porque estás embarazadísima.
Capitana:
No puede ser.
Doctora:
Pero es una buena noticia, ¿o no?
Madre:
(Ya llorando)
¡Claro que sí!
Muchacho:
(Abrazándome, con una sonrisa)
Y bueno mi amor, a ponerle el pecho.
Capitana:
(Negando con la cabeza, llorando a mares, con una sensación de incendio en el pecho)
......
Doctora:
Ahora te vas a hablar con la ginecóloga y te hacés una ecografía.
Capitana:
.....
Doctora:
¡Felicitaciones!
Capitana:
......
22:00
La ginecologa nos advierte que es muy probable que no se vea demasiado y mucho menos que se escuchen sus látidos. El BEBE, es muy chiquito. ¿Qué bebé? ¿De qué me están hablando? En fin, estamos hablando de una gestación de 6 semanas. ¡Estás embarazada hasta el cogote!, repite la ginecóloga de guardia. Yo sigo sin caer.
22:30
Mientras esperamos para hacernos la ecografía, la noticia ya corre en la familia. Mi hermana no me cree (soy de hacer este tipo de bromas todo el tiempo); mi papá dice que ya lo imaginaba (?); mi hermanito festeja que va a tener otro sobrino y desea que sea un varón, para poder enseñarle a jugar al básquet; mi madre sigue llorando; Muchacho sigue sonriendo y yo sigo negando. Hasta que nos hacen pasar...
Ecografista:
¿Ustedes son los padres?
Capitana:
(¿De quién?)
.....
Muchacho:
Sí, somos nosotros.
Ecografista:
¿Ven eso que se mueve, esto que está coloreado? ¡Es su bebé!
Capitana:
.....
Ecografista:
¿Escuchan eso que late? Es su corazoncito.
Listo, llanto generalizado. Es un hecho: ¡vamos a tener un bebé! Durante meses lo llamamos arándano; luego fue bebito (mi nulo instinto materno repetía que era un varón); hasta que a los cuatro meses, nos dijeron que era una nena y decidimos ponerle Violeta. Ya no había vuelta atrás, los dos juntos, luego de tantos años de amarnos y divertirnos a solas, ahora íbamos a tener una familia.
Ella es Violeta:
Lo que viene en Capitana del espacio: la Abuela Kico recibe la noticia.